La plaza de Santa María empieza a conformarse con la Mezquita Aljama de la ciudad de Yayyan, siendo una zona excéntrica de la ciudad, donde la muralla servía como muro de Qibla. En torno a la mezquita, se conformó una pequeña zona de comercio, tanto en su carácter de alhóndiga como de mercado ambulante alrededor de la actual Plaza de Santa María y, sobre todo, en la plaza San Francisco, tras la muralla. Conquistada la ciudad por Fernando III el Santo en 1246, transformó la mezquita en templo catedralicio, transformando la identidad de la plaza, que aún conservaba el carácter comercial. Tras diversos ataques de los nazaríes y la destrucción de esta zona, las plazas serán sustancialmente modificadas en 1545, con proyecto de Francisco del Castillo.
El Ayuntamiento también abandonará el casco histórico de la ciudad para situarse en la Plaza Santa María, como intento de eclipsar el protagonismo religioso de la plaza y fracasando estrepitosamente, puesto que la Catedral era el edificio más importante y el Cabildo acaparaba la importancia y el poder a través de su influencia social y religiosa. El Condestable don Miguel Lucas de Iranzo, durante el siglo XV, realizó unas obras en la Plaza de Santa María debido a su mal estado, allanándola y empedrándola, ya que muchas personas y caballos que pasaban por allí sufrían accidentes. Esta preocupación urbanística del Condestable era el preludio al Renacimiento jiennense, buscando la salubridad e higiene y la belleza estilística de la ciudad. Se celebraba el jubileo del Santo Rostro, la fiesta del Corpus, los Carnavales, etc. A partir del siglo XVI, con la proyección de la catedral renacentista, la plaza de Santa María se confirma como el lugar con más afluencia de la ciudad.
La catedral es nuestra principal joya, tesoro de Renacimiento español y única catedral de España con balcones. Andrés de Vandelvira fue su arquitecto, murió de mayor tras haber realizado las trazas y el diseño de su obra maestra, nuestra catedral. Vandelvira realizó también los conjuntos monumentales de Úbeda y Baeza, declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2003, además de la mayoría de los monumentos renacentistas de la provincia de Jaén. Nuestra catedral sirvió de inspiración para otras catedrales de carácter internacional, como las catedrales de Puebla, Ciudad de México o Lima.
El Camarín de Jesús es la iglesia del desaparecido convento de los Carmelitas Descalzos. Debe su existencia a la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno y a su cofradía, fundada en el siglo XVI. En el siglo XVII se abrió un camarín en un lateral de la iglesia para poder custodiar al Abuelo, y poder incluir en el templo a la Virgen de los Dolores. n el siglo XIX, la iglesia de San José vivió un gran período de esplendor hasta la llegada de las tropas napoleónicas y la Guerra de Independencia, en la que fue fortificada y usada como artillería, cerrando y desmantelando el edificio en 1811. Acabada la guerra, la Guardia Civil impuso en este edificio el Colegio Militar de Cadetes. Tras la Desamortización de Mendizábal en 1836 se produjo su cierre total. En 1849 el edificio fue comprado por el Conde de Humanes, dividiendo el terreno en siete fincas. En la fachada y en el cuerpo se pusieron unos tabiques nuevos donde se instaló la Comandancia de la Guardia Civil y, posteriormente, una asociación de vecinos. Al querer construir unas casas en el terreno, el convento desaparece definitivamente en 1979. Desde el año 2000 hasta el 2009, el ayuntamiento, la cofradía y la Junta de Andalucía llegaron a un acuerdo para su restauración, abriendo de nuevo en 2009 donde Nuestro Padre Jesús volvió a su Camarín, después de haber pasado 173 años fuera de este edificio.
¿Por qué es tan importante el camarín y el Abuelo? Por la preciosa leyenda que tiene, que mueve la fe no solo de los jiennenses de la capital sino de la provincia entera. La versión más común y difundida por la tradición oral asegura que un atardecer llegó a una casería sita en las cercanías del Puente de la Sierra un venerable anciano que se presentó como un peregrino que recorría el mundo para satisfacer sus devociones y expiar sus culpas. El anciano rogó humildemente al matrimonio de “caseros” que cuidaban de la hacienda, tuvieran la caridad de acogerlo bajo su techo por aquella noche, a lo que accedieron con cristiana hospitalidad. Durante un rato mantuvieron animada conversación y como el anciano reparase en un grueso tronco de encina que había depositado en un rincón de la lonja de la casería, exclamó:
-¡Qué hermosa imagen de Jesús se haría de él!...
Y al instante propuso a los caseros que, si le llevaban el tronco a una tranquila dependencia de aquella casa, se comprometía a tallar la imagen durante la noche, siempre que no le molestaran y le dejasen solo con su labor.
Así se hizo. Se llevó el tronco a una habitación alta de la casería y tras dejarle una parca cena y un candil recién cebado, cerraron la puerta retirándose el matrimonio a sus aposentos.
Una vez amanecido y al observar que avanzaba el día y el anciano huésped no daba señales de vida, luego de sucesivos intentos de fisgar por las rendijas de la puerta y de aguzar el oído sin escuchar rumor alguno, se forzó la puerta de la estancia, advirtiendo con sorpresa que el anciano había desaparecido y que en el centro de la habitación resplandecía una conmovedora imagen de Jesús Nazareno. Por eso se le conoce como “el Abuelo”, porque se cree que el anciano se encarnó en la talla.
El convento de las Carmelitas Descalzas dedicado a Santa Teresa, fue fundado en 1615 por don Francisco Palomino Ulloa y su mujer doña Juana de Quesada. La edificación de la iglesia data de 1673, siendo su autor Eufrasio López de Rojas autor de la fachada de la catedral, quien costeó su gasto al tener dos hijas profesas en el convento. Al pie del altar en un lateral, junto a la entrada de la iglesia se encuentra su sepultura. En su interior se custodian dos objetos memorables que son una copia manuscrita del “Cántico Espiritual” de San Juan de la Cruz y una campana perteneciente a Santa Teresa.
El Palacio Provincial es la principal obra de la arquitectura civil de la ciudad de Jaén. No era la primera vez que la Diputación ocupaba este solar. De hecho, el primer edificio que alberga la Institución fue el Convento de San Francisco, construido en 1246 por Fernando III el Santo como Palacio con capilla y donado en 1354 por el rey Pedro el Cruel a los frailes franciscanos. Con la desamortización, al igual que el resto de los conventos de la ciudad, pasará a manos públicas alojando a nuestra Diputación.
Fue el mal estado del edificio el que llevó a la Diputación Provincial a itinerar por otros enclaves de la capital, si bien, permaneció siempre latente el deseo de retornar a aquella Plaza. A mediados de 1867, amenazando ruina, fue demolido el convento para levantar en el mismo lugar, tras casi treinta años de construcción, el actual Palacio Provincial. Fue Jorge Porrúa y Moreno el artífice del proyecto que guía la construcción: un edificio de planta tradicional con dos plantas y sótano que giran en torno a un patio interior. Al frente la fachada, pensada como neoclásica pero remozada con el gusto neobarroco del arquitecto Justino Flores de Llamas; en la cara opuesta, la norte, una forma semicircular que semeja a un hemiciclo, espacio simbólico de democracia local.
Al entrar al edificio la primera parada es para el patio. Condensa la luz y la traslada a través de los vanos de las galerías llenando de vida las dependencias. Coronado de columnas balaustradas y alfombrado por los jardines, ronda en torno a una fuente de la que emerge la imagen de la virgen. Un conjunto escultórico proveniente del Convento de Dominicos de la Guardia y donado por sus propietarios, para ocupar en principio, el patio del Museo Provincial.
En la primera planta se encuentra entre otras las dependencias de la Presidencia. Ya en la segunda planta se halla el Salón de Personajes Ilustres en cuyas paredes y como testigos del tiempo se encuentran los retratos de jiennenses destacados a lo largo de la historia. El balcón de esta sala sirve de mirador privilegiado desde el que contemplar la Catedral. También se encuentra en esta planta el Salón de Plenos, corazón de la democracia local en la provincia. El Salón de Plenos o Salón de Sesiones debe su armoniosa decoración al proyecto del arquitecto Justino Flórez Llamas. Su estilo recupera las tendencias históricas manieristas.
La visión de entrada a la estancia dibuja en ella tres partes, la central más amplia. La mayor parte de la decoración se concentra en la parte superior de las paredes en las que columnas estriadas dan lugar a entrepaños en los que se colocan grandes medallones con vidrieras sostenidas por niños. La mayor parte de las vidrieras presentan simbología civil relacionada con la provincia, fundamentalmente escudos de diversos municipios. Cierra la decoración el techo dividido en quince cuadrantes moldurados en los que encuentran lugar las tres lámparas de araña que engalanan la sala.
La riqueza y grandiosidad de la estancia parece tratar de ponerse a la altura de la función que se le asigna. El Salón da cabida a las reuniones en Pleno de los Diputados, a la cabeza de ellos el presidente y el resto de los Diputados en forma de hemiciclo. Enfrente se disponen los bancos para los asistentes. Las Sesiones de Pleno de la Diputación están abiertas a todos los ciudadanos.