El Palacio del Conde de Villardompardo es un palacio del siglo XVI construido por Fernando de Torres y Portugal, Conde de Villardompardo y Virrey de Perú. Construyó su palacio aquí para poder controlar en cierta manera la actividad de los judíos por un lado y la actividad de los moriscos por otro. Conocía la existencia de los baños, por eso construyó su palacio justo encima, como una manera de conservarlos, ya que conocía su valor. Esto era bastante extraño ya que, en aquella época, todo lo que tuviera relación con lo musulmán se destrozaba, pero el Conde era muy sensible y decidió hacer todo lo posible para que se mantuviera. El problema es que la construcción pesaba mucho y destruyó parte de los baños, de manera que se tuvieron que restaurar deprisa y corriendo. Este palacio se utilizó también como Arcas Reales (Banco de España en Jaén) y en el siglo XVIII fue un hospicio de mujeres. En 1913 Enrique Romero de Torres los descubre y los excava para crear el Catálogo Monumental de Jaén. Después fue utilizado como convento y residencia de ancianos, hasta que en la década de los 70 Luis Berges los redescubre y los pone en valor, y hace una restauración tan buena que en el año 1984 este palacio recibe la medalla Europa Nostra, siendo considerados los Baños Árabes más grandes de España y los mejor conservados de Europa. Actualmente, además de los Baños, nos encontramos con el Museo de Arte Naïf más grande del mundo (más de 600 obras) y el museo de Artes y Costumbres Populares, que nos muestra la vida de los jienenses de la provincia desde la época de nuestros abuelos.
Los baños árabes cuentan con 4 salas: un vestíbulo, una sala fría, una sala templada y una sala caliente basadas en los baños de las termas romanas. Eran públicos y gratuitos para todo el mundo, estando reservados los viernes para los judíos, y eran los más grandes que había en la ciudad. Por su tamaño, su belleza y el control del agua del raudal de la Magdalena, es uno de los tesoros andalusíes más importantes de España.
La iglesia de la Magdalena era la mezquita Alhama de la ciudad y cuenta con bastantes restos islámicos, como por ejemplo una de las torres alminares que se data del período del Califato de Córdoba. También se conserva en muy buenas condiciones gracias a la restauración de Luis Berges el sahn o patio de abluciones, con arcos de herradura y una magnífica alberca, que daba paso al interior de la mezquita. A día de hoy también se encuentran expuestos algunos restos romanos. En el interior de la iglesia se encuentran las imágenes de la cofradía de la Clemencia y el Cristo de Medinaceli.
El refugio antiaéreo de la Plaza de Santiago en Jaén es una de las tantas construcciones de este tipo localizadas en dicha ciudad. La diferencia de este respeto a los demás es que es visitable y se encuentra en un estado de conservación óptimo.
Fue construido en plena Guerra Civil española con el objetivo de salvaguardar a la población de los bombardeos sublevados. Todo tras el bombardeo que en 1937 arrasó buena parte de la ciudad y causó más de 157 personas. La represalia posterior hizo que en conjunto casi 300 personas perdieran la vida en el conflicto, lo que hace que Jaén sea la ciudad con más muertos en un único bombardeo de toda la historia de la Guerra Civil.
En total, el refugio tuvo una capacidad para 1.040 personas. Sus pasillos cuentan todavía hoy en día con diversas marcas de esos duros momentos: señales, inscripciones de personas que se refugiaron o avisos diversos. A día de hoy sirve como centro de interpretación de lo que fue la guerra y más concretamente el bombardeo que marcó un antes y un después en la ciudad. Un espacio dedicado a las víctimas del conflicto, musealizado que entremezcla fotografías o poemas de Miguel Hernández.
La leyenda del Lagarto de la Magdalena es, sin lugar a dudas, una de las más conocidas de la ciudad. Tanto es así que, con el paso del tiempo, se ha convertido en todo un símbolo de Jaén. Esta historia dice que, hace muchísimos años en el gran manantial del Raudal, habitaba una bestia.
Era tan grande como la montaña, fea como la maldición e, incluso, fiera como demonio. Aquella bestia era llamada Lagarto, y se comía a aquellas pastoras que se acercaban, con mucha tranquilidad, a llenar sus cántaros de agua. Dicen las gentes que, cada mucho tiempo, comía un muchacho o a una muchacha.
Ahora bien, conforme ese Lagarto fue creciendo también agrandó su estómago, por lo que se comía a una persona por día. Y no solamente lo hacía al atardecer, sino también por la mañana. La situación se hacía insostenible por momentos, por lo que nadie quiso acercarse a su guarida.
Una vez el hambre comenzaba a apretar al Lagarto, decidió salir de esa cueva y recorrer las calles del precioso barrio de La Malena. Es entonces cuando un valiente preso no dudó un solo segundo en ofrecerse para matar a ese Lagarto a cambio de nada más y nada menos que su libertad.
Este presidiario había trazado un plan. Entre otras cuestiones, necesitaba el pellejo de un cordero recién muerto para que el Lagarto pudiera oler a carne de animal aún vivo, así como pólvora, un saco de panes calientes y, por si fuera poco, un caballo veloz. Es entonces cuando en un amanecer, cuando el animal dormía, el preso llegó hasta su guarida.
Tras despertar al Lagarto, dejó un rastro de pan caliente que llegaba hasta un lugar concreto: la Plaza de San Ildefonso. Una vez allí, la bestia vio la piel del cordero que, anteriormente, se había llenado de explosivos. De un solo bocado, el Lagarto se comió al cordero y, cuando llegó a las entrañas, explotó.
Muchos son los que dicen que ese Lagarto fue asesinado por un caballero muy valiente, mientras que otros aseguran que fue un pastor al ver cómo esta bestia devoraba a sus ovejas. Lo cierto es que, cuando murió, hubo tres días de fiesta en todas las plazas. De esta historia viene el dicho “Así revientes como el Lagarto de la Malena”, que se dice cuando alguien come mucho o cuando alguien no nos cae muy bien. Por eso, comúnmente los jiennenses somos conocidos como “lagartos”, nuestra primera cerveza artesanal se llamó “Lagarto” y tenemos dos festivales de música muy importantes: el “lagarto rock” y el “alligator rockin”. Esta leyenda fue considerada Patrimonio Cultural Inmaterial de España en el año 2009 y uno de los 10 tesoros de Andalucía, celebrando su fiesta el 11 de julio.
Se encuentra en el casco antiguo de la capital, en los límites de la Judería. Sin lugar a dudas, es una de las plazas más significativas y de mayor importancia histórica de Jaén.
En ella se alza la Iglesia de San Juan, una de las más antiguas de la ciudad y sede de la Parroquia de San Juan y San Pedro. Se levantó en el siglo XIV sobre una antigua mezquita, prueba de ello es la existencia de los restos de un alminar musulmán en la calle Martínez Molina, a espaldas del templo. Sin embargo, se han realizado cambios sustanciosos en siglos posteriores. En su interior destaca el conjunto escultórico obra de Sebastián de Solís. En sus orígenes, su arquitectura tuvo traza gótica, pero sufrió diversas transformaciones especialmente a partir de los derrumbamientos parciales registrados a finales del siglo XVIII. En su cripta se encontraron restos de un cementerio romano, por lo que se cree que allí se alzaba una de las puertas de la muralla romana. La guerra civil dañó seriamente el templo, bajo él se adecuaron las criptas funerarias para que sirvieran de refugio anti-aéreo. El interior es relativamente moderno, debido a la reconstrucción que se realizó en el siglo XX.
Junto a la iglesia se ubica la Torre del Concejo, con una campana de bronce. Antiguamente, el Ayuntamiento se encontraba junto a la iglesia de San Juan y es por ello que en dicha torre figuraba el reloj oficial de la ciudad, que se utilizaba antiguamente para convocar o avisar a los jiennenses de algún acontecimiento.
En la plaza se ubica una escultura en homenaje a Antonio Almendros Aguilar, político y poeta jiennense.
En esta plaza se produjo una de las ejecuciones más crueles de la historia de Jaén: tras el asesinato del Condestable Iranzo, el rey Enrique IV vino de incógnito a Jaén y mandó ejecutar a aquellos que se sospechaba que habían participado en el crimen, pagando justos por pecadores.